Ciudad del
hombre
José María
Fonollosa
Edición de José
Ángel Cilleruelo
Edhasa.
Barcelona, 2016.
384 páginas. 24
euros.
«No me salvéis. Intento así perderme»,
East 54th Street.
En esta página
nunca se ha publicado ninguna reseña sobre un libro de poesía. Por algo será.
El desprecio de algunos
editores y editoriales hacia obras de grandes poetas españoles y hacia los
lectores de esos poetas es «tan cierto como que dios no existe» (Raúl Vacas, Confieso
que he fumado). El caso de José María Fonollosa (Barcelona, 1922-1991) es
solo uno más. A principios de los noventa, la publicación de Ciudad del
hombre: New York (Sirmio / Quaderns Crema, 1990; Acantilado, 2000) supuso
un revuelo en la anquilosada, heptaendecasílaba, sufrida y metálica (pulida y
brillante) poesía española. Un autor que era muchos, un yo poético distinto por
cada poema, “heterónimos epónimos” (tela..) en esdrújulas palabras de Pere
Gimferrer, versos como cuchillos clavándose en las vísceras, «como un terrible
grito a lo prohibido / como una llamada a lo desconocido» (Javier Rodríguez del
Burgo, Veinticinco historias breves de una existencia dudosa), relatos
subyugantes, un hombre en cada poema y uno solo en todos ellos, violaciones
como poemas, envidia como poemas, asesinatos como poemas, basura, noche, sexo,
muerte, música, el cuerpo, el subway, la madre, la mujer, el hombre, los
amigos, el mundo. A esa edición le siguió Ciudad del hombre: Barcelona
(DVD, 1996) después de la muerte del poeta, que a su vez era una reedición
ampliada de una pequeña editorial barcelonesa de 1993 (Bauma, Cuadernos de
Poesía). Y claro, después más obra del poeta, a la sombra del éxito fúnebre
(tan perfecta la historia personal del autor, tan editorialmente perfecta): Poetas
en la noche (Quaderns Crema, 1997), Destrucción de la mañana (DVD,
2001). Cerraron DVD, Quaderns Crema se convirtió en Acantilado y nunca hizo una
segunda edición.
Por eso, quiere
esta edición reunir toda la Ciudad del hombre, todos los poemas que
Fonollosa escribió bajo ese nombre. Ya estaba explicado en las ediciones
anteriores que el autor había empezado a titular los poemas con nombres de
calles de Nueva York, que después los sustituyó por calles de Barcelona cuando
se trasladó a vivir allí, y que cuando le publicaron el primer libro, volvió a
cambiar los que eligió por calles de la Gran Manzana. La ciudad del hombre no está en
ninguna ciudad, son todas y ninguna. Por eso, la lectura de esta edición de
todos los poemas de la Ciudad del hombre, plantea muchas preguntas a los
que llevamos en el recuerdo tantos versos de Fonollosa cuando pisamos la ciudad
(“East 41st Street”).
¿Qué ha pasado
con ese poema que daba inicio a Ciudad del hombre: New York («No hay
nada bueno en ti. Por eso te amo», “Hello New York”)? ¿De verdad es el prólogo
el lugar idóneo para colocar el famoso último poema que escribió y que se encontró en su mesa
de trabajo cuando apareció su cadáver (tan editorialmente perfecta...)? ¿No se
podía haber hecho otro tipo de edición más acorde con lo que ya se ha publicado
de José María Fonollosa, respetando tanto al lector como al autor? ¿Era
realmente necesario cambiar el título a los poemas que ya conocíamos? ¿Tanto
costaba no liar la madeja, joder la marrana, tocar los cojones? ¿No eligió el
autor los poemas que quería publicar en Ciudad del hombre: New York,
aceptando título del libro, nombres de las calles, eligiendo unos poemas,
descartando otros, seguramente por considerarlos o bien menores, o bien para
otro nuevo poemario, y se debería haber respetado eso? ¿Si nos ponemos a
cambiarlo respetando el “manuscrito original” de Fonollosa, no debería haberse
titulado Ciudad del hombre: Barcelona, tal y como se dice que el poeta
lo tituló? ¿Era necesario cambiar el mapa, la ordenación de los poemas,
aduciendo causas como que se es experto en el autor o que «el título de los
poemas es una cosa baladí» o que era lo que éste tenía preparado
antes de la publicación (y, repito, el primer poemario se publicó bajo su
aprobación y elección), pese a que se dice que en un primer momento los títulos
eran calles de Nueva York y así lo enviaba a los concursos en los que fracasó?
¿Se puede considerar que han hecho una edición agustiniana, arrepentidamente
agustiniana, de un autor que devolvió al hombre la ciudad que el de Hipona le
otorgó a Dios (lo que se dice ciscarse en Dios poéticamente; endecasílabamente,
en este caso)? ¿Se puede ser experto en algo, en alguien? ¿De verdad la obra
del barcelonés «continuaba aún desconocida», habiéndose publicado canciones y
discos con sus poemas (Joan Manuel Serrat, “Por dignidad”, Nadie es perfecto, 1992; Albert
Pla, Supone Fonollosa, 1995), reediciones de sus libros hasta que
cerraron las editoriales o abrieron otras y no les salió del cimbrel hacerlo,
estudios y artículos que lo insertan en la historia académica de la literatura
española (véase, verbigracia, “La pureza del mal”, de Javier Cercas, en el
Volumen 9, Tomo 2, de la Historia crítica de la literatura española
coordinada por Francisco Rico, 2000 (Los nuevos nombres: 1975-2000: primer
suplemento, coordinado por Jordi Gracia)
que, pese a una referencia tan larga, es una puta mierda de artículo)? ¿Qué va
a pasar con las referencias a los poemas de esos artículos y estudios ahora que
han cambiado los nombres de los poemas? ¿Es posible que el mayor acierto de la
edición (aparte de juntar en un solo volumen la ciudad del hombre, lo cual no
es tanto un acierto como un retraso) sea el índice de primeros versos?
No tenemos
respuesta a estas preguntas. Solo esperamos que todo esto no impida al lector
disfrutar de la obra poética de uno de los mejores autores de la poesía
española (a lo mejor exagero, y por eso no se publican reseñas de poesía en
esta página, aunque esta página sea muy de exagerar, pero considero que Ciudad
del hombre: New York está entre los cinco mejores libros de poesía española
de la segunda mitad del siglo XX). Se supone que los títulos son los que puso
el poeta o tenía puestos en su ciudad del hombre original, aunque esto no sea
una razón adecuada para cambiar lo que ya estaba publicado.
El caso es que
a uno le gustaría que se abriesen debates como en un éxodo, que, no sé,
bienpensantes intentasen secuestrar la edición de la poesía de Fonollosa, que
se desatase la polémica y que se llegase al paroxismo por la paranomasia («La
mujer es para eso, paraíso, / para uso de los hombres», “Eldridge Street”), que
las odas a la masturbación (“West 33rd Street”), a las violaciones (“West 13th Street”), a la madre (“Subway
II”), a las mujeres (tantos) al orgullo con vergüenza (“West 34th Street”), al odio (“Kennamore Street”) a los cuchillos que
se clavan en el segundo espacio intercostal (“Bedford Street”), a la soledad
(“Seventh Avenue”), a todo (“Times Square”) estuviesen en los planes de
animación a la lectura, que las preguntas tuviesen respuesta, «que los limpia
de los coches dancen acompasados como bailarinas de Can Can» (Fernando
Azpeitia, Contando ovejas), pero no va a pasar. A uno le gustarían
muchas cosas. Uno se tiene que conformar con que hayan reeditado de esta manera
al autor que mejor supo manejar el yo poético. A uno le alegra sobremanera que
se edite la obra poética de Fonollosa, de verdad, y se resigna a que sea de
esta forma. Uno sueña. Uno entró en la Librería del Burgo el día que salió
publicada esta edición de Ciudad del hombre «con el corazón / cogido de
la mano» (Fernando Díaz San Miguel, Poemas Finales), recordando
aquella tarde de junio del año 2000 en la que entró por primera vez en esa
librería, precisamente en busca de un libro de José María Fonollosa.
En fin, que qué
se le va a hacer, que «como el estómago / no entiende de sabores / y hasta lo
más amargo / nos sirve de alimento» (Javier Martín Invex, Animal i racional),
pues da igual. Qué más da. A lo mejor dentro de poco aparece, qué sé yo, una
edición de Residencia en la tierra de Neruda cambiando también el nombre
de los poemas, por qué no, y el “Walking around” pase a llamarse “El coño de la
Bernarda”, por ejemplo.
No todo el
panorama está así. Si queréis una buena reedición de un poeta español,
respetuosa con el autor y su obra, perfectamente maquetada y bien editada,
tenéis la Poesía reunida (1967-1987) de Aníbal Núñez (Salamanca,
1944-1987) en la editorial Calambur (2016), gente seria. Uno tampoco sabe cómo
han tardado tanto ni por qué Hiperión nunca se dignó a imprimir una segunda
edición de esos dos volúmenes en los que apretujaron sus poemas y traducciones (1995).
Uno no se entera de nada. Uno ha creído siempre en “El amor en la filología”,
que «el beso nos hace bilingües. / (...) / Las diferencias semánticas. En el
amor / también hay evanescencia» (Miguel Ruiz Risueño, Masticación del amor).
Y vivo también queda algún poeta bueno, claro, buscad.
Poco más que
añadir. Tenemos los 236 poemas que dejó Fonollosa, su Ciudad del hombre,
por fin reunidos, que ya era hora. Un mapa de la ciudad de Barcelona que podría
ser cualquier ciudad. Calles en las que encontrarnos con nosotros mismos, con
el otro, con nuestro pasado y con nuestro presente, en una de las obras más
personales, peculiares y originales de la poesía española.
El pasado año,
durante las fiestas de Santa Rosa de Lima en Venta de Baños, un medio local al
que se le concedió una entrevista pidió a esta página que diese explicaciones
sobre la periodicidad de las reseñas y sobre la ausencia de crítica poética. En
esta página nunca se ha publicado ninguna reseña sobre un libro de poesía,
preguntó afirmando el periodista. Por algo será, se dijo por toda respuesta.
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